martes, 1 de enero de 2013

Teoría de Campo

Cinco Principios de la Teoría de Campo

        Hoy trato de remodelar la teoría de campo en la forma de cinco principios o proposiciones que caracterizan esta forma general de percibir y de pensar sobre el contexto, el holismo y el proceso, y que yace en el centro mismo de nuestro punto de vista y trabajo como terapeutas gestálticos.
        Antes de empezar me gustaría reconocer mi deuda no solo con Lewin y también con Kohler, sino también con Gregory Bateson (1979), y en el mundo de la Gestalt contemporánea a Gary Yontef (1984), y Carl Hodges (1990), quienes me han ayudado a captar mejor el punto de vista de la teoría de campo. Ellos están, por supuesto, absueltos de cualquier inadecuación en el presente informe. Los cinco principios son los siguientes:
  1. El principio de Organización
  2. El principio de Contemporaneidad
  3. El principio de Singularidad
  4. El principio de Proceso Cambiante
  5. El principio de Relevancia Posible.


(i) El principio de organización

El significado deriva al considerar la situación total, la totalidad de factores co-existentes. Lewin escribe:        
Que ocurra o no un cierto tipo de conducta depende no de la presencia o ausencia de un hecho o un número de hechos vistos aisladamente, sino de la constelación (estructura y fuerzas) de un campo específico como una totalidad. El “significado" de un solo hecho depende de su posición en el campo (Lewin, 1952 p. 150)

Todo está interconectado y el significado deriva de la situación total. Si, mientras hablo, una bomba explotara a doscientas o trescientas yardas de esta sala de conferencias, habría una importante perturbación del campo. Vosotros os levantaríais y yo pararía mi charla. Nos reorganizaríamos completamente. En este nuevo marco todo adquiriría un significado diferente. Esta habitación podría ser reorganizada en un hospital provisional, o en el centro de mando para los servicios de emergencia, o en una morgue. Las propiedades de las cosas están, en último extremo, definidas por sus contextos de uso. Podríamos encontrarnos con que tenemos que poner sillas juntas para formar “camas” provisionales para los heridos, con que las mesas podrían convertirse en camillas. El significado deriva de su contexto de uso en la “constelación del campo específico como una totalidad" (Lewin 1952, p 150). En otras palabras, más que pensar en términos de las propiedades duraderas de los objetos que están tomadas como constantes, sus características están definidas por una organización más amplia del significado general, que “enfatiza la interdependencia” (ibid. P. 149)
      Por supuesto, durante la mayor parte del tiempo, el campo, tal y como está estructurado ahora, permanece invariable: la sala de conferencias mantiene sus funciones cotidianas de sala de conferencias, repleta de las expectativas habituales sobre cómo se usa, sobre los muebles y sobre el espacio. Los campos, por tanto, difieren a lo largo de un continuo entre si su organización es familiar o novedosa. Por un lado, las funciones se pueden fijar en ladrillos y mortero y suposiciones arquitectónicas y, por otro lado, la estructura puede ser nuevamente revelada, improvisada con un propósito presente y transitorio. En cualquier caso, "estructura" y "función" no están rígidamente separadas, sino que ambas son intentos de expresar cualidades de la totalidad interrelacionada.
     Permitidme decir unas palabras sobre la aleatoriedad. Como terapeutas gestálticos sabemos que mucho de lo que puede parecer aleatorio o inconsecuente está, de hecho, organizado; es decir, tiene sentido en algún contexto del que podemos no ser conscientes en parte o completamente. Si observamos que hay una persona rascándose la rodilla, o dando golpecitos con el dedo, o dudando momentáneamente, a veces llevamos la atención a estos epifenómenos aparentemente triviales y pasajeros. Lo hacemos porque sabemos por nuestra experiencia que, muy a menudo, no son triviales en absoluto. En una exploración más concienzuda encontramos que son parte de un esquema mayor, quizá una situación inacabada en la cual se han retroflectado los impulsos. El significado del pequeño acontecimiento se revela conforme se aclara el contexto más amplio o la situación total. El comportamiento y la experiencia fenomenológica que son vistos como parte del campo total, o que son contextualizados, se perciben como organizados, como dotados de significado.

(ii) El principio de contemporaneidad

        Este principio apunta al hecho de que es la constelación de influencias en el campo presente la que “explica” la conducta presente. No se da ningún estatus causal especial específico a los acontecimientos del pasado que, en muchos sistemas, son planteados como “determinantes” de lo que está ocurriendo ahora. De la misma forma, a los acontecimientos futuros, planeados o fantaseados, no se les atribuye un estatus especial como “metas” o “incentivos”  para lo que se ve que está ocurriendo en el presente.
           Lewin señala que “el carácter de la situación en un momento dado” debe incluir el-pasado-como-es-recordado-ahora o el futuro-como-es-anticipado-ahora, que formarán parte del campo experiencial de la persona en el presente. Así, el individuo  no solo ve su situación presente, también tiene ciertas expectativas, deseos, miedos, ensoñaciones  respecto a su futuro (ibid. p. 53), y estas nociones, junto con sus conceptos sobre el pasado, constituyen parte de su realidad presente:
El pasado psicológico y el futuro psicológico son partes simultáneas  del campo psicológico en un momento dado. La perspectiva temporal está cambiando continuamente. De acuerdo con la teoría de campo, cualquier tipo de conducta depende del campo total, incluyendo la perspectiva temporal en ese momento, pero no, además, de cualquier campo pasado o futuro  y sus perspectivas temporales (Lewin, 1952, p. 54, la cursiva es mía)
      En resumen, no son los acontecimientos reales, pasados o futuros, los que nos preocupan, porque las condiciones reales del campo de estos otros momentos no estén presentes ahora.
         Podemos observar aquí que está implicada una concepción de la causalidad radicalmente diferente a la que  es más general en nuestra cultura y en otras variedades de psicoterapia. Como terapeutas gestálticos, con nuestro foco en la experiencia presente, no explicamos los fenómenos  haciendo referencia a “causas” pasadas o futuras.  En lugar de ello nos concentramos en “lo que es” más que en “lo que fue” o “en lo que será”, no porque queramos hacer caso omiso de la historia de una persona o de sus futuras intenciones, como por ejemplo, su pasado de abusos sexuales o sus planes para casarse, sino porque nuestra atención se dirige, en el caso del abuso, en primer lugar, a cómo es recordado o evitado o se le quita importancia o es magnificado ahora  y, con sus planes de boda, estamos interesados no tanto en los planes en sí mismos sino  en la  manera  global en la que forman parte de su realidad presente, o, utilizando otro término de Lewin, de su “espacio vital”.
           Llevando este ejemplo más allá, podemos ver en la terapia misma que lo que también forma parte del campo presente es la persona y la presencia de su terapeuta. El recordar o el anticipar (el abuso pasado y el futuro casamiento respectivamente) están  teniendo lugar, por lo tanto, en un contexto humano cotidiano donde habrá un mayor o menor grado de confianza en el terapeuta, mucho o poco apoyo ofrecido, y en el que el terapeuta puede tener claras o no las fronteras. Estas circunstancias  actuales son, inevitablemente, parte del campo presente, y a su vez afectarán a cómo el pasado o el futuro se recuerdan; así como su recuerdo presente, a su vez afecta a la situación total (quizás al futuro curso de la terapia) conforme va evolucionando posteriormente. La terapia Gestalt, como un enfoque fenomenológico,  examina por tanto los acontecimientos  reales presentes en la situación de terapia en sí misma.


(iii) El principio de singularidad

         Cada situación, y cada campo persona-situación, es único.  Por más que a muchos psicólogos les guste pretender otra cosa, que la conducta humana pueda ser asimilada en la ciencia normal y en “leyes” generalizadas aplicadas para explicar la conducta, nuestra experiencia conocida, directa y personal es otra cosa. Las circunstancias nunca son exactamente las mismas, y  diferentes personas tienen inevitablemente diferentes perspectivas o puntos de vista, incluso aunque parezca que están localizadas en el mismo tiempo y lugar. Todos nosotros escuchamos  juntos esta conferencia, pero nuestras experiencias fenomenológicas  reales son todas distintas. Como hemos observado tantas veces en grupos, lo que  destaca como interesante o relevante para las diferentes personas  es extremadamente variado, relativo a su fondo, a su necesidad presente, a las preocupaciones presentes que lo impregnan todo y a asuntos inconclusos antiguos.  Del mismo modo, cada persona que escucha (o que lee) lo que estoy diciendo estará haciendo distintas conexiones, absorbiendo ciertas cosas e ignorando o poniendo a un lado otras. Los significados serán construidos individualmente y las conclusiones que se extraigan no van a ser idénticas.
           Las generalizaciones son, por lo tanto, sospechosas. Implican un orden y una predictibilidad que a menudo no se mantienen cuando atendemos a “lo que es”. A menudo los recién llegados a la TG se sienten frustrados,  ya que quieren respuestas a cuestiones tales como “¿cómo trabajas en TG con la cliente que padece de anorexia ?" cuando uno les señala cuidadosamente que no hay un procedimiento general que se derive de una noción fija de anorexia; sino que en su lugar, el terapeuta atenderá a las circunstancias  individuales, al nivel de auto-apoyo de la cliente, al grado de consciencia inmediata,  [N. de los T.: Traducimos awareness por consciencia inmediata e implícita del campo presente o consciencia inmediata. Además siguiendo el planteamiento de Carmen Vázquez en la traducción de Terapia Gestalt, de Perls, Hefferline y Goodman, el término consciousness lo traduciremos por consciencia reflexiva cuando haya lugar.] al tiempo disponible, a la naturaleza de las resistencias, a la urgencia de la necesidad presente y a las formas en las que la persona interrumpe el contacto, por mencionar unos pocos de los muchos aspectos de la situación total presente que pueden influir en lo que el terapeuta va a atender.  El honrar la singularidad de cada grupo de circunstancias y de cada persona requiere, por consiguiente, tanto respetabilidad como voluntad de tolerar la ambigüedad y la falta de certeza. Las generalizaciones, que implican similitudes inherentes, pueden llevar a  estructuraciones de la realidad percibida prematuras o a priorísticas, que pueden fácilmente llevarnos, después, a encontrar en la situación presente lo que uno está buscando.
           No estoy queriendo decir que no haya continuidades, similitudes y consistencias en absoluto, ni que lo prudente sería evitar toda la masa de generalizaciones teóricas que  se relacionan con la psicoterapia. Sin embargo, si nuestra atención se concentra en ellas como pasa tan a menudo, en un intento de explicar o dar cuenta de algo en términos de cómodos parecidos, bajo leyes y verdades generales,  entonces la realidad de la situación presente puede no ser apreciada en toda su especificidad. Como Lewin nos recuerda, estamos siempre tratando con una “multitud de factores coexistentes e interdependientes”,  así como con “condiciones que influyen  en la conducta en una dirección o en otra” y necesitamos una mirada y un método que cubra “lo excepcional” y también el “caso habitual” (ibid., pp. 150-51).

(iv) El principio del proceso cambiante

     Este principio se refiere a que el campo sufre continuos cambios: “uno nunca se mete en el mismo río dos veces”. Mientras el principio de singularidad enfatiza la necesidad de perspectivas únicas para acontecimientos únicos, el principio del proceso cambiante se refiere al hecho de que la experiencia es provisional más que permanente. Nada es fijo ni estático de un modo absoluto.
       Incluso con el mismo individuo, el campo es nuevamente construido momento a momento; no podemos tener dos veces la misma experiencia. Como William James (1905) señaló: “Es obvio y palpable que nuestro estado de mente nunca es precisamente el mismo... cuando un hecho idéntico vuelve a ocurrir, debemos pensarlo de una manera nueva, verlo bajo un ángulo de alguna forma distinto, aprehenderlo en relaciones diferentes de ésas en las que apareció la última vez” (p. 156)
           “El momento oportuno lo es todo” es un axioma terapéutico en el trabajo gestáltico. Todos hemos experimentado ocasiones en las que una intervención específica hecha en un  momento determinado parece exactamente “adecuada” (como un juicio estético), es decir, es perceptivo, apropiado y útil para el cliente. Igualmente, todos hemos tenido ocasiones  en las que las intervenciones llegan un momento o dos demasiado tarde, cuando la experiencia del individuo o del grupo se ha movido y la intervención es, si es algo, una distracción, o bien cuando una intervención es un poco prematura y se le priva al cliente de hacer su propia conexión.
         Considerando un marco temporal más amplio de una relación en curso, existe la misma necesidad de permanecerse “actualizado”. La realidad se despliega de formas que nunca pueden ser predichas del todo, y lo que pensábamos que era conocido, con certidumbre,  puede ya no ser aplicable. Hay una inevitable e inherente falta de certeza sobre cómo la gente se adapta a nuevas circunstancias, se acomoda a los cambios en su situación y aprende nuevas formas para manejarse con los problemas en curso.
         La teoría de campo es,  por lo tanto, relativista. Si el campo es un flujo, si nuestras percepciones de la realidad están siendo recreadas continuamente, y la estabilidad y el equilibro del campo son restablecidos momento a momento, no hay, obviamente,  puntos de corte absolutos (p.ej., “aquí termina la percepción y empieza la proyección”)  ni dicotomías fijas de tipo "o esto o lo otro" (“o eres una persona asertiva o no”). Tienen lugar forzadas y rápidas distinciones como resultado de la conceptualización y de la clasificación,  por la  naturaleza del lenguaje,  y no a partir de la experiencia fenomenológica  en sí misma.
          De forma apropiada, los gestálticos son cautelosos con las categorías que efectivamente se convierten en etiquetas permanentes, y las descripciones que se vuelven definiciones fijas de una situación. Así, en lugar de dividir a la gente, digamos, en "retroflectadores" y "no-retroflectadores”, nosotros preferimos pensar el retroflectar como un proceso, y uno en el que todos entramos alguna vez, dadas ciertas circunstancias. Incluso alguien que retroflecta frecuentemente no siempre lo hace. Como Lewin (1952) puntualiza:
Un estado dado de una persona corresponde a una variedad de comportamientos y puede ser inferido solo a partir de una determinada combinación entre la  conducta explícita y  la situación.
            Vamos, por lo tanto, a ser cautos con la tendencia a sistematizar, hacer permanente y fijar en categorías y definiciones. Al mismo tiempo permitámonos también ser cautos en la creación de una gestalt fija o nueva dicotomía en la que nosotros  “nunca utilizamos categorías diagnósticas”.


(v) Principio de posible relevancia

     Este principio afirma que ninguna parte del campo total puede ser excluida de antemano como inherentemente irrelevante, por muy mundana, omnipresente o aparentemente tangencial que pueda parecer que es. Todo en el campo es parte de la organización total y es potencialmente significativo. Los terapeutas gestálticos están interesados en “lo obvio”, en volver a convertir en novedad lo que se ha vuelto invisible y automático, o está siendo dado por supuesto o considerado irrelevante.
          Así, en terapia, por ejemplo, un arraigada gesticulación, una forma de moverse, o un estilo de hablar pueden ser considerados, por la mayoría de la gente, incluido el cliente, como un aspecto personal “permanente”, una característica fija y, por tanto, dada, y como algo no relevante para el tema en cuestión. Por lo tanto, en terapia Gestalt y en la teoría de campo nada puede ser excluido a priori de la investigación.
           Si tomamos la analogía del mirar críticamente cuadros que han sido expuestos,  es como si el teórico del campo no  se sintiera satisfecho con mirar sólo los cuadros en sí mismos, sino que estuviera abierto, por lo menos, a la posibilidad de que el estilo de los marcos pueda jugar un papel importante en cómo se aprecian los cuadros, o que el contexto de la exposición como una totalidad proporciona un brillo especial a la naturaleza de las pinturas.
           Esta apertura a cualquier cosa en el campo no es una llamada a una inclusión exhaustiva en la que todas y cada una de las influencias que contribuyen a la realidad de una persona o de un grupo tenga que ser incluida. No solo sería un ejercicio imposible y nos llevaría a una concepción estática del campo, sino que además sería innecesario. El campo está organizado y lo que es más relevante o que presiona se descubre con facilidad en el presente. En lugar de documentar exhaustivamente lo que hay en el campo, se atiende a lo que es momentánea o persistentemente relevante o interesante, y esto va a mostrar cómo se organiza el campo en ese momento. La clave es, sin embargo, que la gama de lo posiblemente relevante no esté restringida sólo a algunas partes del campo total.
           Por ejemplo, si una médico especialista le da a un paciente una explicación de su enfermedad,  esta especialista puede imaginarse que lo relevante para el paciente es cómo de clara ha sido ella al darle la información. Aunque supongamos que lo que realmente es más relevante (es decir, la preocupación presente) sea el grado de interés personal y calidez (o falta de ella) con los que la doctora se comunica en el proceso de dar la información; esto puede ser lo que está realmente organizando el campo para el paciente, no solamente el contenido de la información. De forma parecida, uno puede empeñarse en poner atención a una agenda previa sin dar espacio a lo que surge en el momento debido a un criterio fijo respecto de lo que es relevante. La realidad es que tenemos que estar abiertos a la configuración presente del campo, tanto si se ha anticipado como si no.
          Un aspecto específico del campo puede ser tan “invisible” que sea pasado por alto sistemáticamente como si no tuviera ninguna relevancia: la presencia del observador. Sin embargo el observador, o el comentarista, o el investigador, siempre es parte de la situación total y, con seguridad, no puede ser excluido de ella. De forma parecida, en los grupos de terapia Gestalt al viejo estilo, la presencia de una “silla caliente” inevitablemente es una parte muy importante del encuadre o contexto de lo que ocurre en el grupo. De la misma forma la presencia de una videocámara puede afectar profundamente la situación total. El principio de posible relevancia nos recuerda que tener en cuenta la situación total sólo requiere hacer precisamente eso.

Formas de conocimiento

          Los cinco principios expuestos más arriba se superponen y no son individuales. Más bien son cinco ventanas a través de las cuales podemos considerar la teoría de campo, explorando su relevancia en la práctica. En cierto sentido, no debería haber sorpresas: los principios son intrínsecos a la práctica de la Terapia Gestalt, incluso si los profesionales no se han dado cuenta antes de que estos insights  podían ser descritos en términos de la teoría de campo.
          Como una perspectiva general, una forma de hablar de la experiencia humana y dotarla de sentido, la teoría de campo intenta captar el flujo interrelacionado de la realidad humana sin desplegar, impregnada como está con nuestros significados e importancias personales. Ya que la mayoría de nosotros somos miembros de familias, comunidades, grupos sociales, organizaciones, es también un vehículo para explorarnos a nosotros mismos en relación. No hay un punto de corte claro entre “interno” y “externo”; el campo unificado es el lugar de encuentro de los dos.      
          La teoría de campo, como he dado a entender, aporta una manera de apreciar la realidad. Como tal, como un sistema global de conocimiento, puede decirse que es una “epistemología” (Bateson 1979, Berman 1981) que no concuerda con la epistemología general o predominante de la ciencia normal, con la actual psicología académica y clínica, y con muchas formas de psicoterapia distintas a la Terapia Gestalt.
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